Cuando un cineasta se topa en el camino con una historia digna de ser contada de manera inevitable, aflora la magia. Al igual que las piezas de un rompecabezas las imágenes y sonidos toman su lugar preciso para presentarnos un cuadro, una escena, la parte de un todo que, a su vez, se desgrana en los hipervínculos propuestos por el espectador.
Y por allí nos encuentra “Fidel, niño valiente”, una película del realizador ensenadense Mario Verón, quien nos invita a ser parte de su travesía para pensar, reflexionar, conocer y, sobre todo, soñar, a través de su filmografía que viajó por los montes de Misiones y llegó al Festival de Cannes y a las manos de Maradona.
Próximamente Fidel Niño Valiente un Documental de Mario Veron coproducción Argentina Paraguaya pic.twitter.com/BU8aRBtHqD
— Puatarará Films (@PuatararaFilms) August 25, 2019
En entrevista con BerissoCiudad, el cineasta de nuestra región habló sobre la propuesta, sus aciertos y los vínculos generados a lo largo del rodaje.
-¿Cómo fueron tus comienzos y por qué el amor por el cine?
-De chiquito comencé mirando películas junto a mi abuelo, sobre todo aquellas que dirigía Leonardo Favio, y después fui adquiriendo herramientas más formales desde la Universidad. Pero para marcar un momento clave podemos decir que todo surgió a partir de la crisis de 2001, donde empezaron a florecer documentalistas, porque la historia así lo demandaba, para poner la cámara en ese momento histórico y construir la memoria colectiva.
-¿Cuáles fueron los motivos que te llevaron a contar la historia de Fidel?
-Tengo un vínculo muy profundo y amoroso con el Movimiento Sin Tierra de Misiones, que es una organización que lucha por la tenencia de la tierra. Allí había iniciado dos producciones audiovisuales, en 2006 y 2009, y a partir de ahí construí un vínculo con las personas del lugar. Entonces, cuando surgió la posibilidad de filmar me convocan y me cuentan de un niño de nombre Fidel que se internó, junto a su hermano, en lo profundo del monte misionero y donde encontró un caballo, el “Che” (denominado así por los campesinos del lugar en homenaje a Ernesto).
A partir de dicho encuentro Fidel empieza a cabalgar en unos hipódromos improvisados que había en la provincia, transformándose ambos en el caballo y jinete del pueblo, y cuya cávala era llevar puesta la camiseta de Maradona.
Y estos tres dispositivos, reales, se unieron para filmar ésta película que habla de un niño que soñaba ganar muchas carreras para ayudar a su madre que vivía en la pobreza.
-¿Cómo se dio el marco de la filmación?
-La filmación se dio en Puerto Libertad y Puerto Iguazú, y el lugar donde vivía Fidel está a 10 kilómetros de las Cataratas. Pero el contexto siempre fue desfavorable, porque hay una empresa que sostiene parte de la economía de la zona que, debido a su influencia política, controla a varias instituciones en la región que se caracteriza por el constante desalojo. Y en consecuencia nosotros estuvimos filmando en ese marco complicado por las contantes intimidaciones, porque este tipo de películas no cambian la historia de un país, pero sí incomodan.
Lo cierto es que si nos ligábamos a las cuestiones burocráticas la historia de Fidel no nos hubiese esperado. Por eso me fui a vivir cuatro meses al monte donde pasé las navidades y año nuevo. Siempre haciéndome cargo de que yo soy el otro pero, a la vez, tratando de aproximarme al dolor del otro para poder filmar. Algo que no tiene nada que ver con el heroísmo, pero sí fue indispensable para contar la historia.
-El film cuenta con la intervención de artistas y músicos berissenses, ¿quiés fueron los afortunados?
-Logramos un trabajo muy interesante con la Orquesta Escuela de Berisso, a la cual le estoy muy agradecido. En las cuerdas de la película está plasmado el sonido de los más pequeños y la puesta de los mayores para afinar las notas. Pero los chicos le pusieron su impronta, ese plus que estaba impregnado por su empatía hacia la historia que se quería contar.
Me gusta trabajar de manera integral. Y lo que le sucedía a Fidel no estaba muy lejos de lo que les pasa a los niños de las barriadas. Por eso la decisión de grabar con la Orquesta, además del hecho de saber que contaba con músicos de jerarquía.
También contamos con la interpretación del tema de José Piedra, “La Marcha de las Campanas”, quien amorosamente la puso a disposición. Y lo mismo con el músico Lucas Guinot, que tiene una dimensión y vuelo extraordinarios.
-A modo personal, ¿qué consecuencias trajo aparejada la filmación?
-Como productores de la película también figuran quienes integran el Movimiento Sin Tierra de Misiones, porque sin ellos esto no hubiera sido posible. Compartieron su comida y nos cuidaron en todo el momento del rodaje.
Pero luego de esta filmación sin dudas soy una mejor persona. Porque para hacerla se requirió de mucha jerarquía y sensibilidad, y por ende de mucho potencial. Personalmente me regaló un racimo de amigos incondicionales que me dejan sin saber qué hacer con tanto amor.
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