Estremecedor

Violencia de género en primera persona: Relato de una víctima

Años de penurias.
Años de penurias.

Tras años de pelear contra sí misma, contra quien decía quererla y contra los legados familiares, religiosos y sociales, Laura un día dijo basta. Basta de los maltratos, basta de la violencia física y fundamentalmente verbal. Basta de “aguantar”, basta de hacerlo por...

Dijo basta y decidió compartir su historia con la sociedad, visibilizar su calvario para sumar un grano de arena y que esto no le ocurra a ninguna mujer más.

Todo había comenzado allá por el año 2010 ella estaba separada, ten{ia un hijo. Él, soltero, sin compromiso. Eran vecinos en un tradicional barrio berissense -en la zona del centro para mayor precisión- y un día se encontraron iniciando una historia de amor.

Al año se casaron y decidieron darle un hermanito al pequeño hijo de Laura. Ese hermano costo en llegar y mientras tanto el huracán comenzaba a asomar.

“Siempre hubo violencia verbal todo el tiempo ‘pu..’, ‘deja de hacerte la pu..’ y otras cosas” detalló Laura asegurando que el vínculo siempre se formó en base a los celos extremos.

“No me dejaba salir sola a ningún lado, ni siquiera a hacer un mandado. Su cara era terrible cuando íbamos juntos”, precisó a modo de ejemplo y remarcando que en los inicios de la relación los episodios de celos se agravaban por el trabajo de Laura que demandaba contacto permanente con hombres en su función de administradora de una empresa familiar vinculada a la construcción.

Así fueron pasando los años de acuerdo a su relato entre miradas intimidatorias, palabras agresivas y descalificantes hasta que llegó el primer hijo del matrimonio.

A diferencia de lo que Laura pensaba -que quizás eso iba a traer calma a la incipiente familia- aquella primera concepción y también la segunda que llegó inmediatamente se convirtieron en estados de abandono.

“Siempre se ausentó pero con los embarazos esto fue peor. Yo no era atractiva para otros por lo que él podía irse que no iba a pasar nada”, compartía Laura indicando que esta era su percepción en el estado de sensibilidad en el que se encontraba.

Otros momentos de angustia que Laura rememoró se focalizaron en los tiempos que su exmarido trabajó en un taxi. “Se iba toda la noche y no traía dinero”, reveló, indicando además que él tiene problemas con las drogas.

Continuando con su exposición recordó -en voz baja y casi susurrando- aquel episodio que marcó un antes y un después.

“Había fallecido mi mamá y caí en una depresión profunda, estaba muy mal. El en ese momento me reclamaba por relaciones hasta que un día me dijo ‘hasta cuando pensás que te voy a sostener la vela’ (en alusión estado de luto de Laura), me sentí tan dolida y una falta tan grande de respeto que me acerque como para darle un cachetazo. Ahí me agarró la mano fuerte, empezó a apretarme, me apretó, me apretó fuerte hasta que me quebró los dedos. Cuando me soltó tenía los dedos quebrados, fuera de lugar”, contó Laura con entereza.

Pese a esto, la pareja siguió con algunos momentos de calma y otros de total tensión.  A esto Laura lo reconoció como “una situación de enfermedad. Estoy enferma, es un espiral en el que no sabes cómo entras pero estás adentro y toda tu familia también”.

Para el 3 de septiembre estaban separados. Uno de los pequeños hijos de la pareja se encontraba jugando al frente de la casa cuando llegó el denunciado “lo agarró desde la reja y le dijo ‘tu mamá me dejó para ir a co... con otro’ a partir de ahí gestione una restricción perimetral”.

Cabe destacar que dicha medida y los límites que la misma establece en este caso es complejo dado que el hombre no puede acercarse a mas de 100 metros a la vivienda, y esa es Justo la distancia a la que vive en su actual residencia.

“Viene a la esquina, me tira botellazos por el paredón, se sube al paredón a mirar, me pinto la camioneta con aerosol” fueron algunas de las cosas que denunció Laura, además de amenazas. “Si no se hace nada esto puede terminar mal”, concretó.

En este marco quiso destacar la labor y el acompañamiento de la ONG Decir Basta, mediante la cual se pudo gestionar el botón antipánico y de la que recibió un gran acompañamiento con el que hoy cuenta. También la labor del Juzgado de Paz que operó de manera inmediata para la obtención de la medida de restricción y pujó para que todos los organismos del Estado estén profundizando sus conocimientos y efectivizando el proceder en casos en donde las víctimas de violencia de género y sus hijos corren serios riesgos.

“Quiero compartir y visibilizar esta situación porque hay muchas mujeres que por vergüenza, por desconocimiento, o por lo que sea, no reciben ayuda. Es importante que sepan que a través de estos organismos podes estar amparada”, cerró Laura tras el pedido de publicación de este relato de ayuda y un poco de desahogo.

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