Por Hipólito Sanzone
Jorge Surache y Mirta Natale hace muchos años que encontraron "su lugar en el mundo" en Santa Cruz de Tenerife, una de las grandes islas Canarias, un paraíso con vista a un océano que a veces se muestra azul y otras veces esmeralda y donde el sol se encarga, todo el año, de ponerle límites al invierno.
Jorge es platense, de la zona del Parque San Martín y Mirta es berissense, del barrio de La Bajadita, sobre la Montevideo. Tenerife es el paraíso que supieron construirse y que hoy, cuenta Jorge, "parece una película de terror".
"No se actuó con rapidez", dice Jorge, abrumado, desde el ventanal de su casa que permite ver a lo lejos la silueta de algunos cruceros detenidos en el puerto. Porque todo está cerrado, nadie puede desembarcar en las islas. Nadie llega ni por aire, ni por mar. Es zona de guerra.
"Todo está en silencio, es un cementerio. No anda nadie por la calle, parece una película de terror. Nosotros hace una semana que no salimos de casa, la relación con nuestros vecinos es nula o desde lejos. Para colmo la lluvia, cosa que no ocurre siempre, hace más tétrico el panorama. Esto no es joda", se apura a contar.
A las dificultades directas por la situación sanitaria se le suma otra: la económica. Jorge y Mirta son trabajadores autónomos que, como se sabe, sino salen a trabajar no cuentan con ningún otro ingreso. Por estas horas han recibido, sin embargo, una noticia que alivia: el gobierno ha suspendido el pago de todo impuesto a los autónomos y las empresas de servicios se han comprometido a no producir cortes en ningún caso, sobre todo por falta de pago. El compromiso incluye internet. "Sabemos de un amigo al que le cortaron la telefonía con internet y tuvieron que reponérsela",
"No es nuestro caso pero aquel que tiene empleados en algún momento empezará a despedirlos. Las obras están paralizadas, yo tengo prohibido acercarme a cualquiera de las que estoy trabajando", relata Jorge.
Para Mirta el panorama no es mejor. Desde hace años trabaja en una empresa de productos cosméticos de venta personalizada. Todo dicho entonces.
Por momentos Tenerife parece una zona de guerra. "Cada tanto pasan móviles de la Guardia Civil con parlantes que le indican a la gente que está en la calle que se vayan ya mismo para sus casas".
Leer, hacer cosas, ordenar y hacer ejercicios en el balcón. Así es la vida en la cuarentena de Jorge y Mirta. "No hay que quedarse parado", advierten.
El transporte está muy restringido, con un máximo de 10 pasajeros por unidad y también está prohibido andar en auto con más de una persona. "No podés llevar a ninguna persona, ni siquiera en el asiento de atrás".
Entre tanta angustia hay una buena. En la zona de La Laguna instalaron un centro de diagóstico que permite chequear el estado de salud. No hay que bajarse del auto. Como si fuese un control de alcoholemia se realiza un hisopado y en horas ya está el resultado.
La reestricción de salir a la calle y la dura advertencia de las autoridades hace que algunos tomen caminos curiosos, como por ejemplo pedirle prestado el perro al vecino para fingir que se lo lleva de paseo o hacer sus necesidades, porque eso sí está permitido una vez al día.
"El tema es que acá los perros tienen puesto un chip y si viene un control pueden saber, previo escaneo, a nombre de quién está el perro. Y ahí se descubre la trampa y viene la multa", cuenta Jorge en tono de no saber si reír o llorar ante semejante situación.
Fuente: El Día.