Historia, estrategia y modernidad: los dos juegos que resisten el paso del tiempo

Nos ha tocado vivir en un momento histórico en el que el mundo digital está presente en muchos sentidos. Películas online, música a la carta, videojuegos cooperativos… Son varias las opciones que se presentan ante nosotros cada día en la red y, en este artículo, nos centraremos en dos pasatiempos históricos, el póker y el ajedrez, que destacan sobre todo por su alto componente estratégico y que han sabido adaptarse a las nuevas demandas de la sociedad. Ahora se presentan tanto en forma de aplicación como en el navegador de cualquier dispositivo inteligente.

El póker y el arte de jugar bien las cartas

El juego de 52 cartas más famoso del mundo tiene un recorrido histórico que pocos conocen. Su origen es muy incierto, pues hasta el siglo XVI no hay documentos que lo referencien y todavía se desconoce si apareció en la Antigua China o en territorio persa. Lo que sí que es cierto es que fue en Europa donde ganó en popularidad y fue bautizado con el nombre actual, y que, en Estados Unidos, donde llegó por comerciantes, dio el salto a la popularidad en todos los salones especializados. Esta tendencia no ha dejado de crecer, más aún desde su migración exitosa a internet.

Desde la década de los 90 está disponible para navegadores, algo que en las últimas décadas se ha trasladado a las aplicaciones. Esto ha llevado a aumentar la oferta, dando visibilidad a modalidades como la Texas Hold’em o la Omaha, y permitiendo a los usuarios conectarse en mesas virtuales con internautas de todo el mundo. Respecto del componente estratégico, existe una amplia variedad de jugadas de póker que tener en cuenta en cada partida. Algunas son elegidas por el propio jugador, mientras que otras dependen de la fortuna de los naipes o la posición sobre el tapete verde. 

Por ejemplo, de las jugadas que dependen del propio usuario, se puede optar por un planteamiento de apuestas agresivo o pasivo, según la situación que se presente y las opciones que se contemplen de salir vencedor de la partida. También centrarse en la actuación de los oponentes, analizando su comportamiento y tratando de llevarles al límite para que sus estrategias no tengan el rendimiento esperado; o directamente ir al engaño, haciendo creer que se tiene una mano más alta de la que realmente se dispone. Sea cual sea el camino elegido, la mentalidad es clave para el éxito.

Ajedrez: la simulación de una batalla real

El ajedrez es una actividad cultural que todavía se deja ver hoy en día en forma de torneos regionales, pero que también tiene una fuerte presencia en la red. Es uno de los pasatiempos más longevos que existen, pues nació en lo que sería territorio indio hace más de quince siglos y todavía goza de gran estado de salud. Esto se debe, en parte, a la tradición de pasarlo de una generación a otra, así como la vertiente social que siempre le ha sido asociada. No podemos obviar tampoco el salto a todo tipo de pantallas, permitiendo crear partidas con otros aficionados en pocos segundos.

Como el póker, la batalla entre negras y blancas tiene un alto componente estratégico. Para empezar, cada ficha tiene un movimiento concreto y es fundamental tener controlado el tablero en todo momento, ya que cualquier despiste puede comportar una pérdida de la ventaja conseguida. Además, se le considera uno de los juegos más completos porque requiere de una mirada amplia y general de la situación, ya que se tiene que diseñar una acción ofensiva para ir a por el rey del rival, pero sin descuidar el apartado defensivo y la protección del propio.

Parte del atractivo del ajedrez es que hay miles de posibilidades y cada partida es diferente a la anterior: aquello que hace el rival tiene un enorme peso y los cambios de planes son constantes. De este modo, requiere de una gran flexibilidad y capacidad de adaptación, algo que se va ganando con la experiencia y la preparación teórica. Los enroques, doblar peones o dirigirse al centro del tablero son algunos de los movimientos más comunes de ver en cada partida, pero, aun así, llevarlos a cabo no garantiza ni mucho menos la victoria.

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