El Circo Rodas llegó a la ciudad con un objetivo que aún no se pudo concretar. Pero ese mundo que sigue girando en el interior de casas rodantes que configuran un mini barrio ubicado en el Parque Cívico, tiene mucho por contar.
Así lo visualizó el realizador Mario Verón, quien desde hace seis meses destinó parte de su tiempo a la filmación de una historia que tiene como protagonistas a dicha familia cirsense.
“Me llegó la historia a través de Maitén Núñez y Javier Caminos y me dije: ¿por qué no contar esto?”, comenzó relatando el productor, quien llegó a la comunidad como un portero que priorizó la construcción de “la confianza y el amor” para abrir una puerta y ser bien recibido.
A partir de ahí, “lo primero que uno hace es contar lo que quiere hacer y después pasa a ser una construcción colectiva, sabiendo qué quieren ellos que se grabe y qué no”, comentó.
“Y de esta manera se registra qué es lo que hacen ellos en sus quehaceres mientras esperan retomar su oficio”, ponderó.
Pero lo cierto es que “cuando se empieza a filmar se construye la historia, y uno en eso no tiene el control. Entonces sobre ese recorte de realidad es donde uno va contando, estando atentos a las cosas que van emergiendo, sabiendo cuándo apagar o prender la cámara”.
“Como particularidad el circo tiene su propia impronta y hay que aprender a leerlo, interpretarlo y transitarlo, pero no hay que olvidarse que en este caso uno se enfoca en la vida del protagonista que a su vez está inmerso en una comunidad. Así, y a través de la observación participante, uno empieza a descubrir esto y a estar atento”, describió.
Atención, en todas sus facetas que llevaron a Verón a ser parte de este universo dónde, lo que empezó como un simple acuerdo, terminó siendo un encuentro atravesado por momentos de mucha angustia y con la expectativa expectantes latente en los protagonistas para volver a sus andanzas “aportando una cuota de esperanza al film”.
De todas formas, y a pesar del contexto, “ellos están muy agradecidos de esta ciudad y los vecinos. Están encantados con el lugar porque encontraron un pueblo muy solidario que ha pasado su soledad. Y eso hizo que se sientan como en su casa”, destacó el realizador, haciendo hincapié en una forma de retratar que desenfoca nuestro propio encierro.
Se trata de un gusto, de una decisión, como la que han hecho algunos de sus colegas registrando “grandes momentos heroicos de los trabajadores de la salud o de quienes han salido a sostener nuestro cotidiano”.
Por ello, consideró que “después de la pandemia lo que nos queda de enseñanza como humanidad, es la importancia de seguir construyendo memoria. Nadie se va a acordar que esta película la dirigió Mario Verón; no es mí idea, como tampoco la de tener un ego frágil, sino comprender que esto se hace con los otros y entre todos”.
Entonces, “lo que tiene que quedar es que un grupo de gente quedó varada en la ciudad de Berisso y que amorosamente una familia de circo pudo llevar adelante de una manera muy digna, como artistas, esta espera”.
“Dentro de unos años, cuando podamos ver esto y que el dolor sea el menor posible a la hora de contar la cantidad de pérdidas humanas, deseo que algo hayamos aprendido”, concluyó, expectante y con ansias de seguir descubriendo.