Fútbol

Salió campeón de la Copa América con el ‘Coco’ Basile y ahora vende antigüedades en Parque Saavedra

Héctor ‘Cacho’ Massa.
Héctor ‘Cacho’ Massa.

Por Gabriel López (*)

Ese equipo que tenía aquella dupla letal de Gabriel Batistuta y Claudio Caniggia, también contaba con Alfio Basile sentado en el banco. Sin dudas, una historia feliz que devolvía el preciado trofeo de la Copa América a la Selección argentina después de 32 años.

En el cuerpo técnico había un par de presencias de La Plata, como Héctor Oscar Massa, hoy vecino del barrio San Carlos, nacido hace 79 años en Berisso, ciudad de la que se marchó a los veinte, dejando las máquinas del frigorífico Swift a cambio de un trabajo de DT. Con el buzo de técnico, aquella gesta deportiva la compara como tocar el cielo con las manos.

Domingo soleado y fresco. Cacho Massa está ganándose el pan en la Feria del Parque Saavedra, en su puesto de objetos antiguos de 12 y 66, para hacer un alto y atender a 0221.com.ar: “La vida es reinventarse”, subraya, habiendo aceptado desde 1996 que el fútbol no podía ser el sustento, por “fallas de motor”, como parafraseó su enfermedad del corazón. Supo disfrutar de hoteles cinco estrellas integrando la delegación de la AFA, un cuerpo técnico con Coco Basile a la cabeza, secundado por el recordado preparador físico Ricardo Echeverría y ayudantes, Oscar Díaz, Reinaldo Merlo y Claudio Codina. Allí Massa cumplía funciones de espía de los rivales.

En aquella Copa, todo empezó un 8 de julio como hoy, pero de 1991, con un 3 a 0 sobre Venezuela y el séptimo y último partido fue contra Colombia, el 21, con el triunfo 2 a 1 ante Colombia por los goles a René Higuita de Diego Simeone y Batistuta, que empezaba a ser el goleador histórico, hizo 6 de los 13 goles albicelestes. “Terminó el partido y fui el primero en abrazar a Basile”. Habían asumido en febrero en la sucesión tras el ciclo de Carlos Bilardo.

En el puesto de antigüedades, de una pila de revistas el feriante extrae el ejemplar de junio del ’90, con el título Héroes Igual y una foto de Diego Maradona quebrado en lágrimas. Añora el tiempo en que trabajaba en fútbol, organizando con distintos técnicos los planteles de clubes importantes, viviendo clásicos históricos, Boca y River, Rosario Central y Newell’s, Colón y Unión, y Estudiantes con Gimnasia. Atiende las necesidades del día a día y sigue el fútbol por televisión, mientras se contenta con tener una de las ferias más ordenadas de la ciudad.

—¿Que pasó por tu cuerpo esa noche?

—Era tocar el cielo con las manos, había pasado una vida, 32 años sin que Argentina ganara esa copa. Calculá que no había podido con César Menotti ni con Bilardo. En Chile sufrimos un clima hostil, caliente, porque meses antes Boca tuvo un problema muy serio jugando por la Libertadores. A mí me tocó ver los entrenamientos de Chile para pasarle los informes a Coco. Recuerdo haber filmado dos días los trabajos en defensa, ataque, córneres. La ventaja que tenía era que al no ser conocido podía hacerme pasar por periodista.

—¿Eran cabuleros?

—Se salía siempre de la concentración de San Carlos de Apoquindo, del hotel Las Acacias, en el mismo micro, mismo chofer y cada uno con el mismo compañero, pero además, con las mismas canciones de Juan Luis Guerra, la de “Quisiera ser un pez” que la cantaban todos los jugadores. Los precalentamientos, el profesor Echeverría los hacía abajo de la tribuna, en un pedazo de tierra, saliendo del vestuario.

El Yacaré iniciaba los trabajos con un silbido profundo, se llevaba los dos dedos a la boca, y los finalizaba del mismo modo. Nunca usó un silbato para dirigir una práctica. Fuimos como hermanos. Había una fraternidad en las horas de concentración. Uno se miraba a la cara para decir las cosas, no había celulares. Si Coco tenía que pedirte una opinión sobre algo vos tenías que contestar mirando a la cara… Recibías su expresión, su gesto… Hoy se pasan un informe en una video llamada… El cambio generacional hoy es en todo. El fútbol tiene una dinámica y un entrenamiento completamente distinto.

—¿Se viene otro bicampeón?

—Ojalá. Esta es la mejor Selección que he visto desde 1955 en adelante, y mirá que vi a los Carasucias, con la delantera de Corbatta, Angelillo, Maschio, Sivori y Cruz. Acá sacas a uno, pones a otro y juegan igual. Esta Selección tiene frescura, exquisitez en todos los sectores... Cuando trabajamos nosotros, Argentina venía de ser subcampeón mundial en el 90 y Coco Basile forma un equipo prácticamente nuevo. Solamente quedan Goycoechea, Ruggeri y Caniggia, pero ya no estaban Giusti, Batista, Olarticoechea, Maradona.

—¿Compartiste momentos con Diego Maradona?

—Tuve la suerte de ver la vuelta de Maradona después del Mundial de Italia cuando jugó por la Copa Artemio Franchi en 1993, contra Dinamarca (el ganador de la Eurocopa). Pero Diego no compartió ninguna de las dos Copa América; el titular era Leo Rodríguez. Maradona no había ido a ver ningún partido de eliminatorias y siguió la campaña de Uruguay, con Francescoli… en el último partido fue a ver a Argentina, y perdimos la racha de 33 partidos con Colombia, no salió nada.

—¿También estuviste en la goleada 5 a 0 con Colombia?

—Estuve en ese vestuario antes y después del partido, cuando se cortó el invicto de 33 partidos. Al convertirse el quinto gol, las 60 mil personas pidieron por Maradona… La situación era muy tensa, porque nos quedaba el repechaje. Era muy difícil rearmar el equipo y que Diego no estuviera. Esa noche fuimos a la casa de Basile cinco personas, Coco, el Panadero Díaz, Mostaza Merlo, Claudio Codina y yo.

Estuvimos hasta las siete de la mañana. Coco no estaba muy convencido de seguir, a tal punto que al otro día se fue a Punta del Este a clarificar sus ideas y allá fue Grondona a conversar con él. Maradona había dicho una vez que ‘el Coco se había embriagado con dos copas’, y Coco le contestó: ‘que Diego diga lo que quiera’. Pienso que es muy difícil que Basile se embriague con dos copas, precisaría muchísimas más… Después estuve concentrado en los dos partidos con Australia y clasificamos al Mundial de Estados Unidos.

La vida del feriante

“El futuro es hoy. ¿Mañana…? No sabes si llegás. Lo de ayer es el pasado… Lo tengo claro”, reflexionó Cacho. Caía el sol y un par de ayudantes, entre ellos los hijos, lo ayudan a desarmar las estructuras que un día consiguió para la feria con la colaboración de Carlos Castagneto y Roberto Zapata, “dos amigos del fútbol”.

Está por llover, alguien va a pasar y te va a vender algo, porque necesita para comer: vas a cumplir ochenta, tres hijos. Se fue del Swift en 1970 cuando dejó las máquinas al ver que Silvero lo sumaba a su cuerpo técnico, ya en Boca, donde debutan como campeones del Nacional.

Salió entonces en la Revista Goles y en la número uno del continente, El Gráfico, que hoy tiene apiladas y a la venta, con ediciones de la década del 20 del siglo pasado, resguardadas en folios. Dirigió como técnico ayudante en la primera de Estudiantes tres temporadas y con tres técnicos, José María Silvero, Héctor Antonio y Héctor Rial.

 

(*) Periodista | publicado en 221.com.ar

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