Por Gabriel ‘Colo’ López (*)
A menudo no prestamos atención a los nombres de pila, al nombre (o en plural, porque hay quienes llevan hasta tres o cuatro nombres antes del apellido). Y aunque para todos fue —es— Carlitos, siempre atendí el primero que figuraba en el DNI con el que firmaba la planilla de la Liga… Ángel Carlos Coria. Con el tiempo entendí por qué miraba tanto el Ángel…
Este viernes despedimos a un hombre que transitó 76 años de vida con sabiduría, que dejó un legado sin proponérselo, el de sentirse bien, aunque la vida muerda y nos quiera sacar de este campo tanta veces injusto. Si hasta en los últimos años le puso buen humor a sus dolencias, cuando le amputaron una piernas por la diabetes y cruzaba algún chiste con Mabel, la misma mujer que “descubrió” en Berisso.
Coria, como leyenda, pasó a la galería de figuras superlativas de nuestro fútbol amateur, un mediocampista con cuerpo de atleta. Integró la Selección LAPF, con compañeros de una época de grandes “malabaristas”, “El Tano” Guarracino y “El Gato” Rey, de Villa Montoro, “Toscano” Roselli, de Deportivo La Plata. Coria fue convocado siendo crack de Estrella, por el técnico Pascual Bertarelli (ex jugador profesional de Estudiantes y Atlanta), quien gustaba más de dirigir a los amigos, dándoles una mano, en el amateurismo. Ese combinado afrontó el Regional del Sudeste y posteriormente el Campeonato Argentino.
Sus colores fueron variados, desde el notable Villa San Carlos que en 1966 alcanzó el título y se marchaba a la AFA como séxtuple campeón. Pero se quedó entre los liguistas, y vistió la de Verónica (1967), Estrella (1968, otra vez campeón), hasta que agarró el periplo por el interior adquiriendo el pase interligas en clubes grandes de Tres Arroyos, Azul, Olavarría y Villa Regina (Liga de Río Negro). En 1985 volvió a La Plata, con 39 años fue figura de Tricolores (subcampeón) y se retiró en Juventud de Zona Sur, en 1993.
Con menor suerte que jugador fue su etapa en la dirección técnica, aunque logró tener el don de algo que muchos anhelan y pocos logran: la aceptación total del jugador. Sufrió por Villa Lenci, El Cruce, Brandsen y Tricolores, siendo 2001 el último año al borde de la raya de cal.
Aunque usted no lo crea, vivió cinco décadas de canchas de la Liga Amateur (y otras), siendo su plataforma de despegue de las mejores amistades, que también las tuvo en sus trabajos en Astilleros Río Santiago y en el Servicio Penitenciario Bonaerense.
ESTE FUE SU MEJOR EQUIPO
Desde que nació (8 de mayo de 1948) habrá sentido la necesidad de expresar alegría. No perdió tiempo. Se metió en cuanto campito hubiera, se hizo de River, y bailó en toda fiesta que hubiera. Así conoció a Mabel Banchieri, la pareja con la que el pasado 19 de agosto llegaron a completar 52 años de casados.
Mis tíos eran todos de Villa San Carlos, y el canchero era un primo, Orlando Pared. En casa habíamos hecho una farándula y vinieron algunos muchachos del equipo, que trajo mi primo… Así lo conocí. En esa época no se estilaba que la mujer esté en la cancha pero Coria siempre me invitó. ¡Iba a verlo a la Selección de la Liga, en el micro con todos los jugadores, entre ellos mi cuñado Jorge Escudero”, recordó la mujer de 72 años.
La casa de 76 entre 21 y 22, en plena barriada de Villa Lenci, fue donde llevaron toda una vida. Tantas veces pareció ese lugar “un segundo club”, o una “romería”, por la naturalidad con que entablaba amistades. Su pasión número 1 fue la pelota, además del folclore y andar en bicicleta.
Los hijos de oro, el mayor Gonzalo (hoy DT de los chicos de Lenci), Romina, Noelia y Anabel, que le dieron los nietos Sol, Consuelo, Sara, Martina, Leo, Franco, Tomasa y Ulises (fallecido prematuramente). Por una mala praxis Noelia tuvo que vivir con una capacidad diferente, viviendo en silla de ruedas, que jamás fue una cruz para ese padre compinche, amoroso, que cuando iban a alguna playa y no podían avanzar por la arena, se preguntaba por qué no había espacios.
Carlos disfrutaba la vida. “Quería a todos unidos, eso es lo que quería Coria, tirando parejos todos”, se emociona Mabel.
En épocas de receso futbolero, con una casa rodante, un micro “Mercedito”, elegían el mar como destino. En varias ocasiones, por una promesa religiosa, se iba con su mujer en bicicleta hasta la provincia de Corrientes, dejando su ofrenda a la Virgen de Itatí.
Vivir a media cuadra del Centro de Fomento Villa Lenci lo dejó emparentado a un sentimiento, y como si un orden superior divino lo hubiera dispuesto, un día después de su partida física, jugó Lenci, salió con una bandera alusiva al luto institucional, y tras un minuto de silencio por el “Loco”, los muchachos del barrio le dedicaron el triunfo. Más de una vez el técnico alzó la mirada al cielo como buscando un guiño del amigo. Ese hombre Pablo Poggio que fue joven en los años 90 cuando recibió la formación y la conducta para brillar como goleador. Ahora DT, Pablo le está siguiendo los pasos a Carlitos, ya que en la previa a los partidos organiza un almuerzo de tallarines reuniendo al equipo en la Sede de 22 y 76.
El ex presidente villero, Antonio Basile, había sido la persona que lo fue a buscar para reorganizar cuarta, reserva y primera, en tiempos donde nuestra Liga solo tenía esas tres categorías. Basile vivía justo en frente a la institución, y desde su nueva vida en Magdalena brindó palabras de agradecimiento por haber tratado a un singular personaje “al que le cabía bien el apodo de Loco”.
ESTAS SON ALGUNAS HAZAÑAS
En Villa San Carlos tuvo el honor de ser campeón en la última temporada “Celeste” antes de afiliarse a la AFA. El Día publicó una foto donde Coria luce bigotes, y el título “La octava estrella para la Villa”, marca a las claras del dominio de aquel equipazo (él jugó 9 partidos de los 26 cotejos del campeonato 1966).
Para contextualizar la época, existía el clásico de Berisso, “a cancha llena”, en tiempos donde la capital del inmigrante atraía a cracks platense (tanto para La Villa o Estrella) y había jugadores que iban en bicicleta hasta Berisso. Coria también contaba las perdidas: “Yo estuve cuando nos ganaron en el Cajón (apodo del viejo campo de Estrella). Tuvieron que poner los palcos sobre la Génova porque no cabía la gente”.
En 1967 jugó en Verónica, con un monstruo del arco, el recordado ex Estudiantes, Santos Gioffré; “jugaban también Inglesini, el Bocha Fulone, Campigli, todos grandes y el único pibe era yo, que corría como la san p… y estos viejos no entrenaban…”, se reía Coria.
“En el 68 me vine a Estrella, y la primera fecha me toca con Verónica allá. El que me llevó fue Cachito Montes de Oca, que trabajaba en el frigorífico y me invitó a jugar para Estrella”.
Otro torneo liguista extraordinario, con el título de campeones, “con Cline, Formeiro, Battilana, Kourtis, con los Rey”, evocaba Coria en una charla hace justo un año.
De una curiosidad no se habló, pero disfrutamos del álbum de fotos donde se lo ve posando siempre en el mismo lugar: agachado, el segundo.
Las “Cebras” en 1970 no tuvieron rivales que le hicieran sombra. Tres copas en fila, el mismo año.
En 1985 vistió la camiseta de Tricolores. Perdieron el título por un punto, a manos de Unidos de Olmos (sumó 40, contra los 39 del equipo donde Coria fue dirigido por el “Chino” Gilardi). Encontró en el medio a un crack como “Beto” Morales y a Hugo Gagliardo, quien siempre andaba cerca, en torneos barriales, “recuerdo la cancha de 21 y 76, donde de las dos en adelante se pateaba hasta que baje el sol. Ahí lo conocí… Luego jugamos los torneos en Villa Lenci, y aquel año en Tricolores y en Racing de Bavio”.
EL TRÍO DE LA VIDA
Coria, Sasso y Acosta eran medio equipo en cualquier equipo. Osvaldo Cicuta, un año mayor, y Luis Sasso, un año menor, fueron esos amigos hasta el último día. Un mediodía a pura charla, en lo de Coria, con mates y recuerdos, dejó en claro por qué eran siempre tres personajes futboleros que las voces de la calle asocian “de corrido”.
Por los partidazos en Deportivo Arce, cancha que estaba “en caída”, en 10 y 80; por los desafíos en torneos de Circunvalación y Almagro, clubes que ya no tienen más equipos. Porque Coria era llamado por todos, por ejemplo, cuando “teníamos un equipo con todos pibes del barrio, mi vieja no me dejaba jugar, y me tuvo que hacer una nota porque teníamos que ser todos de la misma edad, 16 o 17 años”.
Porque desde esa zona sur, aparecían fenómenos, “El Dita” Urquiza (armó Julián Aguirre en la Liga), “Jaruja” Lucero (fallecido en 2023), el “Negro” Luján González. Porque se fueron a jugar a otras ciudades y se traían el bolsillo lleno, regalos de los paisanos que aplaudían a rabiar.
“¿Delantero? Lo mejor que vi fue Cicuta”, dijo Coria de Acosta. “No solo goleador, sino de parar la pelota y de habilitar, hoy un 9 por lo general es medio tronco, pero este era jugador, jugador…”.
Luis Mario Sasso, que hizo todas las divisiones inferiores en Gimnasia, se quedó sin firmar contrato y lo “apalabró” Coria para ir a aquel Estrella formidable del ’70. Comparó a Coria con un caudillo como Jorge Solari, aquel que “jugaba en Estudiantes de Zubeldía, el Indio Solari, campeón de América…. Pero Coria era mejor, porque sabía con la pelota”, afirmó Sasso.
Coria pasó a Boca de Tres Arroyos y Sasso y Acosta a Huracán de la misma ciudad.
Al segundo año Acosta no quiso viajar más, y Coria y Sasso fueron juntos al “Globito”. Los viajes en micro y los chistes: “Yo me quería venir, me daba miedo que no me vaya bien”, pensaba Acosta medio en serio y medio en broma. “Cualquier cosa nos volvemos y no nos ven más”, se ríe a carcajadas Sasso.
En 1971 Coria pasó a la Liga Confluencia, para Atlético Villa Regina. Y en 1972 se casó con Mabel. En 1974 llegó el primer hijo, en un año donde la rompió en Olavarría para el Club de Sierra Chica.
ENTRENADOR CON MÚSCULOS
Coria corría, siempre, en bici o en la calle, ramblas, donde sea. “Un día iba corriendo por el barrio y en una casa estaban Poggio, Ojeda, el Negrito Ascona. ¿¡Usted no dirige!?, me dicen. ¿¡Por qué no viene… buscamos técnico!? A la noche aparecen por casa, con Ontivero. Arranqué con una cuarta, que había salido campeona. Puse a todos esos chicos, que después pongo en Primera y salimos segundos”.
Fue la campaña de 1992 donde arrasó Estrella. Coria recordó que “fui a ver la consagración en la cancha de Trabajadores, y en plena vuelta olímpica, el Tucumano Beto (Miguel Rodríguez) me vio en el alambrado, paró y me regaló la camiseta. La tengo acá la camiseta, ¡me la pongo a veces! En un encuentro hace poco, le pregunté por qué me la había regalado. Porque cuando era chico los iba a ver a ustedes a aquel Estrella del año 70, y siempre se decía ‘yo tengo que jugar como éstos tipos algún día’”.
“En el club, cada fiesta, estaba con la familia. Y bailaba folclore. Hace 15 años armamos todo de nuevo (reafiliación de Lenci) y Carlos trajo conjuntos folclóricos, porque estaba en la movida”, relató Basile.
Con lo que me pasó el año pasado me doy por satisfecho, los referís me eligieron el mejor por conducta y todo eso. Fue muy importante esa recompensa, ni siquiera salir campeón me quita el sueño, aunque me gustaría, desde ya… más con Villa Lenci”.
Mayo de 1998. Primeros suplementos a color, y una página completa de la Liga en el diario Hoy. Angel Carlos Coria, técnico de Villa Lenci, llevó el encabezado de página con el título. ¿Vos jugaste hasta los 45? “Sí, largué a los 45, jugando para Juventud de Zona Sur en la B. Vos te acordás que yo tenía el buffet de ese club y nos metimos en la Liga”.
—¿Y se puede jugar hasta los 45?
—(se rió). Si, tranquilamente. Yo al entrenamiento lo he hecho una religión, toda mi vida me dediqué a esto, y si bien no fui profesional (puede decirse que fui semi profesional me cuidé al mango. Con 39 salí subcampeón con Tricolores. Me vino a buscar el Chino Gilardi. Te hablo del 85, cuando fue campeón Olmos con un cuadrazo, con los Melendez y todos esos.
En 1999 la Asociación Brandsen no tenía aún su predio actual, y era local en Romerense, con Coria DT, y un 9 experimentado, Jorge Adalberto Vidal, que lo definió hoy con éstos conceptos. “Era sencillo para dirigir, no se complicaba. Su personalidad estaba forjada así en función de la vida difícil, con una hija con capacidad diferente, y el tipo con alegría la fue llevando. Me venía a visitar bastante seguido. Lo que más me ha quedado de este loco divino fueron las pretemporadas; nos llevaba a Berisso, a la casa de un pariente, entrábamos al río y volvíamos corriendo”.
“Hay que valorar lo que hace la Liga”, consideraba Coria. “¡Hasta ponemos plata. Siempre digo que el que dirige en la Liga después puede dirigir en cualquier lado. Yo, por ejemplo, tengo el auto lleno de pelotas, conos, una maza, arco portátil. Acá un día te vienen los defensores pero no te vienen los delanteros, o al revés, ¿me entendés?”.
La noticia de su fallecimiento sacudió de entrada.
Las averiguaciones nos dejaron en paz, como se fue él. “No sintió dolor”. “Se fue en paz, durmiendo”.
No se fue, porque no puede irse de la vida al que se recuerda con tanto amor y nos provoca alegría en la sola mención del nombre: Coria, “El Loco”, “Cara con Músculo”, “Carlitos”, aunque para este autor estará siempre ese ADN que intuía el primer día que leí su nombre: Angel Carlos Coria. Porque los que pasaron por la Liga, en cinco décadas y hasta ayer, tuvimos un ángel adorado, que encarnó para siempre en esta vida.
(*) Periodista | publicado en lapf.com.ar