La situación alimentaria y su garantía ha sido durante los últimos meses el eje de preocupación de la sociedad y no hablando a niveles macro, si no en los márgenes de nuestra ciudad. En este marco se dio la determinación de Soberanía Alimentaria (evitando el término emergencia), la misma fue reclamada por los movimientos sociales, estudiada y aprobada por la oposición y aceptada como realidad por el Estado comunal.
Hoy los movimientos sociales aducen contar con no más de 25 gramos de alimento (asistencia del Estado) por persona para el abastecimiento en los comedores comunitarios, que se multiplicaron a diestra y siniestra. Y reclaman que en el contexto de soberanía se agilizó la cuestión administrativa, pero la comida en sí no alcanza, no llega.
Durante las últimas horas el portal de noticias se hizo eco de algunas publicaciones emitidas por referentes de unidades sanitarias, donde de forma cruda exponían situaciones vividas en el día a día. Familias que no comen.
En diálogo con este medio, la doctora Graciela Matkovic tomó la palabra para relatar, entre tantas cosas indicó el rol de los centros de atención primaria y la incidencia en la detección de problemáticas de alimentación.
“Entre las funciones de los equipos de salud del Primer Nivel de Atención la de mayor demanda son los controles en salud, especialmente, la de niñas y niños en los dos primeros años de vida. Consiste en registrar peso y talla, examen físico y evaluación de pautas de desarrollo. Diariamente se realizan estos controles que con gran frecuencia son mensuales, situación que se facilita cuando damos los turnos por adelantado”, comenzó explicando técnicamente la facultativa.
Y amplió: “los controles permiten ver cuando el crecimiento no es el ideal, cuando no acompaña las curvas de crecimiento que orientan la evaluación. La frecuencia mensual (o más frecuentes cuando se asocia alguna enfermedad), la permanencia de las y los profesionales en el Centro de Atención Primaria o “la salita” habilita a conocer otros aspectos en las charlas del consultorio o en la visita a la casa de enfermeras, promotoras o médicas. Esos que muchos denominaban “mal de olla””.
En este mismo sentido, la pediatra explicó que la aplicación de la Escala de Seguridad Alimentaria para Latinoamerica y el Caribe de la Organización Panamericana de la Salud difundida en el Curso de Postgrado de Antropología de la Nutrición en la Escuela de Verano de UNLP en 2017 permite un claro diagnóstico de situaciones de inseguridad alimentaria.
“Personalmente aplico esta encuesta en las consultas en casos de bajo peso, talla baja, sobrepeso y obesidad para dar un contexto integral al diagnóstico de trastornos del crecimiento más allá del componente biológico que suponen los análisis de laboratorio”, dijo y sentenció que “el mes que estamos cursando fue difícil en la realidad del diagnóstico y las encuestas”.
Sobre eso, la exjefa de la Unidad Sanitaria 42, en referencia a los casos tratados durante los últimos tiempos, enumeró:
- Familias con 3 o 4 hijos con padres y/o madres desempleados, que no consiguen trabajos, que perdieron las changas o que perdieron lo que cobraban en las Cooperativas
- Madres solas desempleadas
- Madres con trabajo, con oficio
- Madres adelgazadas
- Familias cuyos integrantes adultos comen una sola vez al día
- Familias cuyos integrantes, mayores y menores de 18 años, comen una sola vez al día
Y ahondó: “esta semana fue especialmente dolorosa. Dos madres contando entre lágrimas, mientras responden la encuesta que no les alcanza la comida, que no pueden encontrar como salir de esta situación”.
“Una familia que salió a juntar latas para tener algo más para vender (ya vendieron la heladera, el televisor) y comprar algo de comida. Acompañados por nenas y nenes menores de 5 años. Mientras delante de la ventana pasaba con un carro, cartoneando el papá de otros nenes que se atienden con nosotras”, ejemplificó.
El relato fue a más y expuso que “el martes, todas quedamos con un nudo en la garganta, algunas con lágrimas. Todas revisaron sus carteras. Todas pusimos plata para garantizar un almuerzo. Todas nos fuimos con ellos y el corazón lleno de tristeza. Sabiendo que no es suficiente, que solo era para un rato, para una comida, que tampoco es suficiente la caja de leche, la bolsa de mercadería que falta mucho más. Que siempre falta mucho más”.
Para concluirm Matkovic reflexionó: “a veces me pregunto si es necesario seguir haciendo las encuestas. Me ponen triste, me gana la indignación y la impotencia. Pero desconocer, nos hace peores. Quizás la encuesta sea importante ampliarla, extenderla a toda la población menor de 2 años y a las embarazadas. Conocer la situación nutricional y elaborar programas integrales en el marco de la Emergencia Alimentaria”.