Análisis

¡Jóvenes argentinos, a las cosas!

El presente es un artículo escrito por el titular de Pampa Sur La Plata, Santiago Sautel, especial para la revista del Grupo Pampa Sur, que saldrá a la calle en los próximos días.
El presente es un artículo escrito por el titular de Pampa Sur La Plata, Santiago Sautel, especial para la revista del Grupo Pampa Sur, que saldrá a la calle en los próximos días.

Es un placer para nosotros haber concluido exitosamente, con más buena voluntad que recursos, esta primera edición de la revista del Grupo Pampa Sur, que esperamos sea solo una entre muchas otras más.

 

En primer lugar, en referencia a este nuevo emprendimiento, me gustaría recalcar la importancia de la iniciativa que contribuye, como pocas veces se da en nuestra política argentina, a generar un espacio excluyentemente de ideas. Sin críticas absurdas, ni pasionalismos partidarios.

 

Digo esto, porque quizá una de las mayores preocupaciones que recae sobre la dirigencia opositora actual, sea justamente la falta de contenidos e iniciativas detrás de autodenominados proyectos de nación.

 

La crítica en el trajinar político siempre es una constante y eso es importante asumirlo como una realidad inamovible. Pero es más importante aun recordar separar la crítica ideológica, de las que están relacionadas con las voluntades y las miserias humanas. Me parece interesante rescatar esto porque, en estos casos, el valor de la crítica varía sustancialmente. No hace falta explicar el por qué.

 

Esta es una aclaración que vale la pena proclamar cuando, como siempre acostumbro recordar, uno sabe que al expresarse por el medio de comunicación que sea, está llegando a las mentes de los más jóvenes, los futuros dirigentes que son los que realmente ayudarán a que las cosas cambien en nuestro país.

 

Me cuesta referirme al “cambio”, cuando uno observa que actualmente esto se ha convertido en un mero cliché de políticos ambiciosos, que simplemente hacen usufructo de aquella palabra para presentarse como la renovación política. Y hago esta distinción, para que se entienda a este término, por lo menos en lo que respecta al presente artículo, referenciado al sentido real que nos gustaría que se le imprimiera.

 

Cuando me planteaban la oportunidad de contar con un espacio en nuestra revista del Grupo Pampa Sur, pensé que lo mejor sería aprovechar la ocasión para dirigirme a los jóvenes  que desean poner un granito de arena por su país. Aquellos que aun y por suerte, en el romanticismo de la edad, creen que el cambio es posible y luchan por ello con uñas y dientes. Simplemente, con la idea de dedicarles unas palabras e incitarlos a participar, a tener esperanzas.

 

¿Por qué? Siempre digo y repito hasta el cansancio, que los cambios verdaderos no vendrán de la mano de ningún líder revolucionario. En primer lugar, porque estoy convencido que la primera de las cosas que hace falta modificar en nuestro país no tiene absolutamente nada que ver con cuestiones partidarias ni con algún que otro cambio de figuritas, sino más bien con principios que atañen a aspectos culturales de nuestra sociedad.

 

Al decir esto, me refiero a numerosos y diversos puntos, por solo citar algunos: ética, moral, participación, pensamiento colectivo, altruismo, vocación humana, amor al prójimo, deseo de progresar, educación, en fin, cuestiones de las que nunca se hablan ni se hablarán desde la cúspide del poder, pero que constituyen la base fundamental real para generar un cambio permanente, de fondo, en Argentina.

 

Cuando digo que el cambio comienza desde las bases, hago referencia fundamentalmente a dos cuestiones. La primera tiene que ver con la incursión de los jóvenes al sector político, con la consecuente vivacidad, potencialidad y romanticismo que estos sabrán traer a la arena política en la búsqueda de un país mejor.

 

Segundamente, será aquella incursión la que permitirá barrer hasta los resabios de las decadentes costumbres dirigenciales, a las que estamos malacostumbrados, y que se hallan enquistadas en nuestra política.

 

Los jóvenes son los que deben cargar con esa responsabilidad, porque en caso contrario, nadie lo hará. Y sabemos que ese es el camino para cambiar las cosas verdaderamente.

 

Al respecto, me gustaría hacer una referencia más sobre el tema, y desmitificar aquel mito que indica que es imposible ingresar a la política sin conocidos ni amigos. Cuando hay vocación de trabajar por el bien común, se rompe cualquier barrera.

 

Por otro lado, no interpretemos el estar en política, como el mero hecho de ocupar un cargo. La pasión por cambiar las cosas poco tiene que ver con ello, los cambios se generan también en los barrios, con la militancia, estando enterados de lo qué ocurre en el día a día. No dando dádivas, sino concientizando, educando, colaborando y ayudando hasta donde sea necesario.

 

A la gente joven le repito que es posible romper las barreras. Sepamos que el cambio depende de la misma gente que se agota en quejas, que no participa, que no está enterada de lo qué sucede, que no lee los diarios, que no se interesa por nada de lo que ocurra fuera de su hogar.

 

Quizás muchos lo crean imposible, pero nuestras alternativas son solo dos. O nos conformamos con lo que nos toca, que es lo mismo que inexorablemente les tocará a nuestras futuras generaciones. O nos arriesgamos a ponernos palmo a palmo con aquello que nos desagrada, a tener un objetivo en la vida que nos brinde la posibilidad de trascender y que en un futuro, nuestro ejemplo sea la inspiración de la iniciativa de mucha otra gente, que tome nuestro testamento y lo continúe hasta los confines de la República.

 

Tengamos esperanza, participemos, rompamos barreras. El cambio está en la suma de individualidades.

Comentarios